[Foto. Mayu Omori]
Darren Lorente-Bull ha publicado recientemente un poemario, bilingüe, no traducido sino creado en dos idiomas, titulado Sileno vencido, sátiro y amante de la embriaguez, trasunto del autor, hijo de Hermes dios mediador entre los dioses y los hombres; Sileno, no tiene la elegancia aérea de su padre Hermes, pero de alguna manera hay en sus excesos y exaltaciones un anhelo de fusión, que se hace más patente cuando, como es el caso, se nos presenta vencido pero no arrepentido.
Darren Lorente-Bull comienza su poemario con el título de sus primeros versos La verdad de Sileno, y termina con el motto o leyenda del Clan de la familia Stewart (Estuardo) clave de todo el poemario: Virescet vulnere virtus: la virtud se acrecienta en la herida, que viene representada en el escudo de los Stewart por el Pelícano que con su pico se abre una herida en el pecho para dar de comer de su carne a sus crías.
Esas dos frases pueden, de alguna manera, sintetizar el leiv motiv de este magnífico poemario en cuyos versos se amalgaman en dualéctica tensión —que diría el filósofo Andrés Ortíz-Osés— los tonos espirituales y místicos de la poesía de T. S. Elliot o Blake junto con los gustos orgiásticos de Bukowski o Fonollosa.
DLB nos revela en su poesía desgarrada, sus odios, sus desengaños, sus abatimientos, nostalgias…, la enseñanza de la verdad de Sileno se revela solo en su derrota porque es en la derrota de sus pulsiones dionisíacas, bebiendo hasta las heces el cáliz del escarmiento que se muestra su virtud por excelencia: la virtud de la resiliencia, la asunción del “vanitas vanitatis” del Eclesiastés, la persistencia de la memoria vital que nos conecta con nuestros gozos y nuestras sombras, la compasión por nosotros mismos y por nuestros enemigos.
Quizá por eso hay una unidad en tensión en la poética de DLB que juega con los contrarios: el éxtasis y la embriaguez, por un lado; por el otro, desolación y compasividad.
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Hay unidad, tal vez en el invierno:
gélido e inerte
así como en el esplendor luminoso del verano.
La motivación de la obra—que en algunos versos se hace explícita— es la necesidad de preservar la memoria y sus pensamientos en la soledad multitudinaria de la gran ciudad, Londres…; esa memoria es el tejido mismo de la vivida del poeta y cuando la contempla desde la distancia de los años le despierta una agridulce nostalgia que le invita a preservarla aún en sus aspectos más ásperos porque sobre nuestras experiencias y recuerdos todos nosotros construimos aquél que ahora cada uno de nosotros somos.
La persistencia de la memoria/ The persistence of memory (London 2002)
My pint of beer reminds me of the Dutch nurse that once loved me
(albeit for thirty minutes)
Naked she floated of the calm froth of the Mediterranean Sea
her legs wide open like a flower in Srping
“the smell of Rosemary, Spanish wine
and rusty churches conceled from the sun
wrinkled, unbeaten in black
fishing net, an Phenician eyes
pearing at narrow streets…”
Hay un toque de “malditismo” en estos poemas que abiertamente se anuncian como un poemario maldito y en los que resuenan ecos del viejo Baudelaire y sus Flores del mal, sin embargo y a pesar de ello no puedo evitar sentir en los poemas de DLB un eco evangélico que me recuerda las paradojas del Cristo, —también representado simbólicamente por el Pelícano que entrega voluntariamente su carne y su sangre— que exalta a los pobres y despreciados, a las prostitutas, los cansados y oprimidos, los vagabundos y los hambrientos, elogia a los compasivos antes que a los poderosos, a los pecadores ante que a los arrogantes (self-righteous)…
Pero es cierto también hay ira en muchos de sus versos, cólera ante la gran ciudad, —ese Londres gigantesco y brutal como su arquitectura brutalista— símbolo de todas las Metrópolis, fascinantes y al mismo tiempo opresivas, llenas de gente y de soledad:
La edad de bronce (en castellano en el original)
Puedo sentir la soledad
En calles llenas de gente,
la infinitud de la morgue,
y la escarcha en el calor…
The tragedy of us (1999 London) :
Overworked, overtired, ripped off
By landlords, shopkeepers, bartenders,
gas companies, videoshops…
Me gusta la poesía de DLB, me toca, me estimula, me conmueve —tanto en inglés como en español, ya que es un autor perfectamente bilingüe— y creo que una de las razones del impacto de sus versos es el hecho cierto de que los sentimientos que convoca y provoca, son fruto de su experiencia personal. Me sugiere la motivación de DLB la misma inspiración del gran poeta británico Phillip Larkin que en su Declaración de Principios dice:
Yo escribo los poemas para conservar las cosas que he visto/pensado/sentido (así puedo dar cuenta de una experiencia constructiva y compleja) para mí mismo y para los demás, aunque creo que mi responsabilidad principal se la debo a la experiencia en sí misma, la cual estoy tratando de abstener del olvido por su propio beneficio. No tengo ni idea de por qué debería hacer esto, pero pienso que todo el arte está basado en la necesidad de preservar.
Con los poemas de Sileno vencido, DLB preserva un rico cúmulo de experiencia vital, exultante, embriagadora y a veces desoladora y amarga, pero siempre luminosa que merece ser compartida.
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