Publicado en El Correo (Alava) 22.2.22
Fue el gran Thomas Jefferson el que proclamó que “Tout homme à deux patries : la sienne et puis la France."[1] En gran parte es verdad, especialmente en España que ha tenido, a veces para mal, desde el XVIII un partido afrancesado; hoy, además y gracias a la Unión Europea podemos reconocer vínculos afectivos y de reconocimiento mutuo no sólo con Francia sino también con otros países europeos con los que hemos guerreado pero también hemos disputado, rezado, comerciado, filosofado, soñado y construido juntos.
Francia fue durante los cuarenta años de la Dictadura del general Franco la puerta de Europa y la patria misma de la Democracia, y tiene una posición singular al menos para nosotros españoles por nuestra proximidad física e histórica. No es por lo tanto extraño que las próximas elecciones presidenciales nos despierten particular interés.
He vuelto a visionar el video de Éric Zemmour con el que felicitó el año a todos los franceses como líder del partido Reconquista (ni Vox se hubiera atrevido a usar semejante nombre) ante su público junto a un pequeño busto de Napoleón y con un lenguaje épico, casi imperial, no exento de cierta belleza literaria —¡ como aman su lengua los franceses¡— en el que lanza una soflama sobre la importancia histórica del año que acabamos de inaugurar y anuncia que piensa dar un vuelco a la Historia en las próximas elecciones presidenciales en Francia.
El polemista Michel Onfray —que no ha descartado votar por Zemmour si es capaz de desarrollar su músculo izquierdista— lo define como una especie de Napoleón IV. Zemmour como buen bonapartista mide con inteligencia sus palabras y busca infundir en sus partidarios el sueño narcísico de asistir como protagonistas a uno de los grandes momentos de la Historia. Zemmour ha irrumpido en el escenario mediático francés con un mensaje hiperventilado y guerracivilista con proclamas más propias de los años 30 del pasado siglo: “Los franceses deben luchar por defender Francia tal como la conocemos: lo que está en juego es la civilización, la sustitución de un pueblo”. “Se está librando una guerra de civilizaciones en nuestro suelo. Si continuamos, vamos a la guerra civil”. “Francia está en peligro de muerte”. (sic)
Zemmour no es un político profesional, sino un tertuliano con pretensiones y tiene los valores de tal: el gusto por la provocación, —ser incendiario en los medios suele ser rentable—,practicar la simplificación y el desprecio, e interpelar a los sentimientos mas que a la razón; condenado varias veces por incitación a la discriminación racial y religiosa. Zemmour, a pesar de ser hijo de judíos, reivindica la figura del mariscal Philippe Pétain, líder del Estado vasallo que durante la Segunda Guerra Mundial colaboró con la Alemania de Hitler y participó en la deportación de los judíos a los campos de exterminio, y defiende con desparpajo la teoría conspiranoica de que hay un designio de sustitución de la población autóctona —blanca y cristiana— por los extranjeros —morenos y musulmanes—. Zemmour, defiende por lo tanto una visión no política sino étnica de la Nación, y lo hace paradójicamente en el modelo político por definición: la República Francesa.
Las cuestiones identitarias —nosotros los vascos lo sabemos— con datos sesgados y apelaciones sentimentales pueden suscitar reacciones agónicas y violentas. El siglo XX ha sido un terrible ejemplo de ese tipo de manipulaciones.
Estamos seguros de que la cultura y la identidad francesa no están en peligro, y nos parece distópica una Francia de mujeres veladas y de hombres sometidos a un islam político. Como todas las magnitudes humanas, problemáticas y cambiantes, Francia está en relación dialéctica consigo misma, en un equilibrio entre lo que perdura: su laicidad institucional, su pluralidad étnica y religiosa, su creatividad artística y empresarial, su adhesión al pensamiento crítico, a la Razón, a la Ciencia, a la Democracia, su lealtad a los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad…y por otro lado lo que cambia con mayor o menor intensidad: sus hábitos sociales, sus tradiciones, sus gustos y sus debates, su pluralismo étnico y cultural, su fisonomía urbana, sus modas …
¿Qué es la cultura francesa?, se preguntaba el escritor de origen búlgaro afincado en Francia Tzvetan Todorov: “Su continuidad es indiscutible, y, sin embargo, ningún elemento permanece intacto…/…Cambio y pluralidad se condicionan mutuamente. …/…Una cultura es como el navío Argos de la leyenda: entre la partida y el regreso, todas las velas cambiaron; sin embargo, es el mismo barco el que retorna al puerto”.
@Javier_Otaola
Abogado y escritor
[1] Todo hombre tienes dos patrias, la suya y luego Francia.
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