[Salvador Viniegra]
1812-1978 ¡Viva La Pepa!
Nuestra feliz Constitución de 1978 nos ha enlazado con nuestro origen como Nación
moderna, con la festividad de San José de 1812, fecha de proclamación de nuestra
Constitución de Cádiz, por eso llamada La Pepa, que consagró la soberanía nacional
con estas palabras:
Art. 2. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de
ninguna familia ni persona.
Art. 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta
exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
Todas las Naciones Estado que conforman la Unión Europea, de una manera o
de otra —entre 1789 y 1870— se han hecho Naciones modernas a partir de los
soberanos coronados de sus respectivos territorios cuando estos entregaron, velis nolis,
su soberanía personal al conjunto de los ciudadanos y la soberanía regia se convirtió en
soberanía nacional representada por el Parlamento.
La democracia parlamentaria —o sea la Democracia—, con todas sus miserias y
fragilidades —¡tan humanas!, —es el fruto imperfecto, pero también el más sabio y
sazonado, en la larga y penosa sucesión de ensayos, que en el mundo han sido
intentados para ordenar la convivencia humana y ha permitido la creación de esa
realidad social que llamamos hoy sociedad abierta, frente a las sociedades cerradas del
pasado. — «La sociedad abierta es una en la que los hombres han aprendido a ser
hasta cierto punto críticos de los tabúes, y a basar las decisiones en la autoridad de su
propia inteligencia». Karl Popper
La virtud de la democracia parlamentaria como fórmula de convivencia
humana se revela en su propio nombre que hace referencia a la palabra y al
apalabramiento. Su originalidad radica precisamente en lo que el filósofo Julián
Marías denominaba la concordia discordante o lo que nuestro Andrés Ortíz-Osés,
bautizó como posición «dualéctica«. Es decir, una institucionalidad política
comprehensiva de nuestra radical ambigüedad como personas y como sociedad, una
institucionalidad política apalabradora de nuestras contradicciones tal y como viene
proclamado en el artículo 1º de la Constitución: «España se constituye en un Estado
social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su
ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 2.
La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del
Estado».
Como pone de manifiesto el reciente libro de Michael Reid titulado ESPAÑA el
éxito de nuestra Constitución de 1978 acredita nuestra mayoría de edad como
sociedad y como Nación, ha ordenado y pautado un apalabramiento constante de las
leyes que nos rigen, en el que respetando las reglas de la palabra y la convivencia
todos hemos podido participar : héroes y villanos, sabios y necios, grandes y
pequeños, justos y pecadores en una libre y problemática discusión, jalonada de
encuentros y desencuentros, y sin embargo, si no nos dejamos aturdir por el ruido y
los aspavientos y miramos atrás en la perspectiva histórica como Nación y en el
contexto de las Naciones Estado de nuestro entorno, hemos vivido un tiempo, como
todos lleno de problemas y desafíos, pero también lleno de logros y progresos, de
libertades y compromisos, de diálogos y convivencia, pacificadora y sanadora.... ¡Viva
la Pepa! ¡Viva la Constitución!
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